Suelos de linóleo
Los suelos de la vivienda suponen una de las decisiones más importantes de la decoración general de la misma. Hay quien prefiere los colores oscuros o más 'sufridos' de cara a los niños, pero también hay quien se decanta por las superficies de tonalidades más claras con objeto de conseguir efectos visuales agradables en combinación con determinados muebles.
El material de los pavimentos suele plantear dudas a la hora de elegir entre la gran cantidad de tipos de suelo existentes en el mercado. Desde la cerámica hasta la madera, las tiendas especializadas en este producto ofrecen un nutrido abanico de posibilidades. La mayoría de los clientes eligen un tipo de suelo basándose en su nivel de resistencia, facilidad de limpieza o sistema de montaje.
La versatilidad del linóleo
Uno de los suelos más económicos es el linóleo. En su composición toman parte materias primas regenerativas de origen vegetal como el corcho, la resina o el aceite de linaza, por lo que su uso en la vivienda respeta, no sólo nuestro bolsillo, sino también la naturaleza. Su empleo en interiores es bastante reciente, puesto que tradicionalmente ha sido destinado a los suelos de instalaciones deportivas, de ahí su impresionante resistencia y durabilidad.
Las propiedades del linóleo le colocan por delante de otros tipos de material. En primer lugar, instalar suelos de linóleo es una tarea sencilla y no presenta los inconvenientes de otros pavimentos que requieren una obra más complicada. Por otro lado, la carta de colores y acabados que presenta, nos permitirá escoger aquella tonalidad más acorde con los muebles o la pintura de las paredes, adaptándose a cualquier idea decorativa que tengamos en mente.
Entre otros aspectos, el linóleo destaca por su solidez y firmeza frente a agentes como el fuego o las bacterias. Se trata de un material antiestático y muy resistente de cara al futuro desgaste que deberá soportar. Las peores manchas que nos podamos imaginar, tales como el aceite o algunos tipos de ácido, no lo estropean. Además, su limpieza no requiere de grandes esfuerzos.
Fácil mantenimiento
Los suelos de linóleo vienen preparados con un acabado que ayuda a su perfecta conservación. Esta capa de protección evita las antiestéticas marcas que provocan las rozaduras, además de hacer de su limpieza una tarea menos laboriosa. Con el fin de no estropear el magnífico aspecto del linóleo, elegiremos productos de limpieza cuyo pH no sea excesivamente agresivo.
La mejor opción para el día a día es pasar una fregona de agua tibia a la que previamente añadiremos un tapón de jabón líquido neutro. Es importante que no empapemos estos suelos, ya que el agua puede penetrar en el material. El paso del tiempo hará que esta clase de suelos pierda poco a poco el brillo del principio. Para sellar los poros de este material, emplearemos algún abrillantador o cera recomendados, pero nunca barnices ni productos similares.
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